miércoles, 15 de abril de 2009

EL BOMBO


Bueno este es un recuerdo de mi infancia, ya lejana, allá por la década de... tampoco conviene ser tan explícita a veces. Lo que decía, recuerdo cuando mis padres iban mensualmente a ELCES, lo más parecido a ECOVOL o CONTINENTE o CARREFOUR, pero en chiquitito. Era esa cita sagrada y el cargamento no variaba de un mes para otro. Aprovisionamiento de imperecederos, que pesaban, ayyyyy Dios, muchísimas latas de conserva, el medio kilo de queso de la marca que le gustaba a Papá, chacinas en barra, latas de tomate a mansalva, dos paquetes de gitanitos (que nos duraban dos días), los huesitos que pillábamos de la caja (estrategia de marketing, ahí, que generaba la mar de discusiones familiares) y la ineludible visita al pasillo de los detergentes.

A mi madre, q su fidelidad nunca ha sido puesta en entredicho, es adicta a los productos de limpieza que siempre debían ser de la misma marca. Esa adicción aún perdura. El suavizante FLOR y el detergente COLÓN. Ay ese Colón, porque claro, tengo que aclararos que mis padres viven en un cuarto piso sin ascensor, luego lo que se nos prometía un festín de comida y golosinas, tenía que pasar previamente por el calvario de la subida al Gólgota de mi bloque de pisos. Así que una vez que salíamos de ELCES, a mí se me habrían las "cannes" pensando lo que me tocaría subir. Y es que yo, mínima, delgadita como un insecto palo y sin fuerzas, siempre, pero siempre, siempre, era la portadora del dichoso bombo de Colón. Y es que no fallaba nunca en mis cálculos, pero debéis saber que a mi madre no le gustaba tener solo un producto de cada consumible, sino siempre más de dos. Luego... me tocaba la subida doble del dichoso Bombito de marras.

Como imagináis yo nunca he vuelto a comprar COLÓN para lavar mi ropa, porque es que lo veo y me descompongo, que aunque ya no esté en ese formato cilíndrico sino rectangular, el subconsciente me traslada a la sudoración fría que me entraba en aquellos maravillosos años. Y qué tiempos aquellos, porque los niños ya no guardan sus juguetes en envoltorios de los productos. Fuimos la vanguardia del reciclaje, porque el bombo era la casa del LEGO, de los PLAYMOBILS, de lo ARGANBOYS, de todos los muñequillos pequeñitos que hacinábamos en ese interior tan profundo que tenían los bombitos. Solo guardo un grato recuerdo del COLÓN, un reloj negro CASIO, que en mi casa tuvieron la deferencia de regalarme cuando lo trajo el cartero. Y además tenía luz, lo flipaba con él, aunque me bailara en la muñeca porque era talla única, of course. Nunca entendió mi madre el motivo por el que no me ponía el reloj que me habían regalado en la comunión, ccon un sol y unas estrellas, la mar de bonito, pero tampoco yo hasta ahora había pensado en la explicación sencilla de que donde se pusiera un objeto ganado con sudor, no llega uno regalado por la gracia de Dios

2 comentarios:

Arrítmica dijo...

Y a mi que esa imagen me recuerdas a los martes y 13??? ajajajajaj
Que cosa esto de los recuerdos no?.... estoy ultimamente muy tontita con eso de los recuerdos de niña..
muam.

Una dijo...

Qué bueno, una vez más me he descojonado. Yo tb he recordado a martes y trece!!!
un beso