sábado, 28 de junio de 2008

La jartibilidad del ser humano

Cuando al bueno de Aristóteles se le ocurrió definir al ser humano como un bípedo implume, dio e el clavo, aunque a algunos se nos vea más la pluma que a otros. Cuando dijo que el ser humano era un ser social por naturaleza, no estuvo para nada desacertado y añadió que por consiguiente debía ser un ser político, donde la convivencia con los demás era necesaria para el desarrollo integral del individuo. Cuando siguió por el camino de la definición culminó con que el ser humano era un ser racional, que como ya Descartes añadiera, racional sí, pero el sentido común, que es el mayor de los sentidos está muy mal repartido. Pero claro, una que intenta pensar en estos conceptos antropológicos advirtió que a Aristóteles se le escapaba una definición fundamental de nuestros tiempos. El ser humano es un ser jartible. Y por esta añadidura no es cuestión de poner en entredicho al maestro, pero sí será cuestión de definir qué es la jartibilidad. La jartibilidad es esa facultad posmoderna que hemos desarrollado y a la que ha contribuido en demasía el avance de la tecnología y sus autopistas de información y deformación. Ser jartible es aquella cualidad que no nos permiten nuestros vecinos de puertas pero que practicamos en la red de redes. Se trata de amargar al otro, hasta el hartazgo, hasta el hastío y es que hay que tner cuidado cuando abrimos las ventanas porque o nos cagan las palomas en los poyetes o nos invaden los entes cibernéticos hasta legar a límites insospechados. Y es que internet da para esto y mucho más, da para jartar hasta reventar. No hay límites en la comunicación y no hay fronteras para la invasión de la intimidad de las personas. ¿Pero dónde vamos a ir a parar? Como un profesor mío decía, la caída del imperio romano se pudo haber evitado con una buena dispensación de la Coca-cola, esa bebida mágica que en cualquier lugar del mundo nos hace sentirnos como en casa. Pues lo mismo, si internet no hubiese aparecido la jartibilidad no hubiese podido alcanzar las cotas que ha alcanzado en nuestros días. Señoras, señores, no seamos jartibles, quítenme la razón y hagamos desaparecer el término encerrándolo en una botella y echémoslo al mar, no para que navegue sino para que naufrague para siempre. He dicho

1 comentario:

opotelom dijo...

Tras tu empleo de la publicidad subliminal te van a llover los jartibles, jaja.